martes, 27 de noviembre de 2007

MUSEOS Y MEMORIAS







ROCSEN
-Polifacético coleccionista-

por Enrique Acuña

Nono es un pueblo de Traslasierra -Córdoba- que debe su nombre a dos cerros que parecen senos (de “ñoño”, voz de los comechingones que significa tetas), muy cerca de Mina Clavero. Camino de cielo claro y rocas precámbricas hasta llegar al Museo Polifacético Rocsen, una isla cultural en medio de esas serranías que el calentamiento global amenaza con hacer desierto.

Pablo, nuestro guía conductor sabedor de anécdotas lugareñas, cuenta la historia del museo y de Monsieur Santiago Bouchon, su director y fundador desde 1969. De modo que ya antes de llegar sabía que era algo distinto, que no figura en el catalogo turístico, por ejemplo que era resultado del capricho estético del genio coleccionista que no negociaba con el estado argentino para su financiación , sino una empresa familiar- y que contaba con raras piezas arqueológicas. Sabemos que el eclecticismo aburre y se vuelve kitch, pero no fue este el caso.

Anticipándose a la aldea global ya en los años 60 y filantropía de su padre mediante, (Santiago, nacido en Niza en 1928 , de familia de Bretaña en una maison que tenia este nombre Rocsen, voz celta que refiere a “roca santa”, piedra fundacional-) puso en acto aquí su propia cultura translinguistica.

De entrada el frente del edificio muestra 49 estatuas –por el 7 veces 7, de una cierta mística- de los personajes que desde la prehistoria, Grecia y Roma a la modernidad de Descartes construyeron sabiduría (“la evolución del pensamiento desde el Africanus hasta Martín Luther King"reza un panfleto del lugar).

El laberinto de espacios aparenta un cierto desorden, un aire anárquico, que mantiene sin embargo una lógica: es un efecto "psico-estético" , explica Bouchon, para referirse al trayecto donde uno se impresiona mentalmente y luego queda con un espacio en blanco. Cambio que se experimenta con un carro de 1700 o armas de flechas comechingonas para descansar despues con la colección personal de insectos y mariposas que permite otra luz.

Nueve habitaciones –"rincones"- recrean las costumbres de tres siglos: desde una habitación europea del XVII a un rancho del peón de estancia o la habitación de un obrero de las grandes urbes. Al comienzo los carruajes antiguos –ford T- separados de los rally, al final una capilla cristiana con un cristo hecho en ramas. Veo un cráneo reducido por los jíbaros y una momia nazca de 1.200 años. En fin, la hibridación de los objetos causa un efecto de maravilla.

El dialogo con Santiago comienza por la causa de su creación: ¿Porqué un museo polifacético ahí en el fin del mundo, en esta época de las especialidades temáticas? Lo escucho hacer chistes con humor de la revista Hortensia a un contingente de damas jubiladas, boutades cuando la conversación lo aburre.
Después de la segunda guerra donde combatió joven pasó por la Universidad de Paris -Bellas Artes- donde leyó a C. Levi–Strauss de quien recordé su afán antropológico en Brasil –resultado fue el libro El pensamiento salvaje- y su pasión por lo trivial organizado en clases nominalistas.

Pasó por el aire existencialista de Sartre antes de llegar a Argentina, donde hizo este museo como una obra de arte auto-revelada, pues se le impuso hacerlo a él solo con los objetos raros de sus viajes en Europa, Asia, América…
Esta ahí el primer objeto que le coleccionista guarda como estrella de la infancia: un hombrecito pequeño que tenía en su casa natal. “Hasta que a los ocho años, escarbando en el anfiteatro de Cimiez, Niza, en el sur de Francia donde nací desenterré un soldadito romano de barro cocido de 2000 años de antigüedad y aquel mismo año, jugando en una playa de Normandía, en el norte de Francia, encontré mis primeros fósiles, desprendidos de los acantilados calcáreos de la región por la erosión de las olas. Estos dos hechos determinaron mi vida puesto que despertaron en mi una vocación de investigador incansable y le dieron nacimiento a la idea deformar un museo propio”.

También queda su viaje al Polo donde le regalaron un cuerno de marfil de un narval-unicornio, pez ya en extinción (Ese cuerno de casi dos metros de largo a puro marfil se puede ver con las fotos del pez).
Después de unas horas, con un souvenir en arcilla, regreso al pueblo y pienso porqué
Bouchon insiste que, esos objetos obligan a concientizar la necesidad de preservar la memoria, y acuerdo con él. Aunque la irme lo saludo pensando si será el último humanista (“Todo el hombre para todos los hombres”) en esas sierras que van perdiendo su naturismo de microclima o habrá otros, y si el futuro dejara lugar para un lenguaje de los objetos del pasado. Ciencia humana.-


Ver datos en:
http://www.museorocsen.org/







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