sábado, 30 de junio de 2007

RECURSOS Y RAZONES


NO AL SUBDESARROLLO SUSTENTABLE
Por Favio Quetglas
Los debates en torno al buen o mal uso de los recursos naturales, la sostenibilidad de las actividades económicas, el stress ambiental-global, el establecimiento y control de cumplimiento de las normas de garantía de la calidad ambiental, la distribución planetaria del empleo y la riqueza, la puja entre la actual sociedad de consumo irresponsable y desigual y el establecimiento de pautas culturales de consumo responsable, la orientación de la evolución tecnológica y la aparición de tecnologías crecientemente menos agresivas al ambiente; no son sino aristas de una misma situación que al tiempo que avanza en criticidad, también esta siendo problematizada y abordada tanto desde las agendas estatales como desde los espacios académicos, empresariales y de la Sociedad Civil.
No hay dudas que conforme como se lleve adelante la necesaria transformación desde un orden socio-económico-político de producción y consumo basado en la explotación intensiva de recursos naturales, hacia otro orden en el cual tal explotación este sujeta a restricciones en beneficio de legítimos intereses colectivos, dependerá la suerte de sociedades y territorios concretos y del planeta como conjunto.

Tal el problema; sin embargo la solución en cualquier caso no surgirá desde una propuesta teórica, sino desde una iniciativa política constituida de todos los ingredientes que esto significa: incorporación o valoración del tema en la agenda pública, aparición y consolidación de un núcleo militante de defensa de los valores emergentes, identificación de tensiones centrales, comunicación a la mayoría de la población de una nueva visión de las cosas y lucha en los espacios de definición política (parlamentos, gabinetes, etc.) contra las fuerzas socio-económicas defensoras del statu-quo, por instrumentos que garanticen el establecimiento de políticas fundadas en una nueva visión de la situación.
El enfoque teórico es sólo un insumo en este edificio, sólo que de resultar inadecuado, no podrá sostener la construcción de la necesaria alternancia en el complejo mundo de intereses vinculados al Desarrollo y el ambiente.

Y sobre esta cuestión quiero centrar el enfoque, desde una perspectiva que no excluya consideraciones técnicas, políticas, históricas, económicas, sociales y culturales. Me alienta el temor (no infundado) que imprescindibles luchas sociales por la sostenibilidad se transformen en reacciones comarcales carentes de contextualización ó que definitivamente se consolide a escala global un estándar dual ya no determinado por niveles de pobreza/ riqueza sino por ordenes políticos capaces de componer intereses en el marco de proyectos que trasciendan a esos mismos intereses y ordenes políticos captados sectorialmente y subdesarrollados en el sentido más primario del término.

Es indispensable, para los países de “desarrollo insuficiente”
[1], que la protección de sus recursos naturales no constituya un impedimento para alcanzar los necesarios estándares de Desarrollo que le garanticen a esos Estados recursos para un ejercicio razonable del poder democrático y a su población el acceso a una ciudadanía de calidad. Y para ello – como condición previa – se requiere, que el debate en torno de esta cuestión deje de pendular en exclusividad entre la defensa de la rentabilidad privada (sobre todo de corto plazo) y una cierta visión cuasi-religiosa de los recursos y su uso; no para buscar un “justo medio” conciliador, sino porque tales extremos “fuertes” ocultan otros aspectos que también deben analizarse.
A esos fines incorporaré algunos tópicos (formulados como afirmaciones, aunque obviamente sujetos a cuestionamiento) como aporte a un debate que no debe concluirse, sino enriquecerse.

a.- Las “revoluciones tecnológicas” son a la vez causa y consecuencia de mayor nivel de actividad y complejidad económica, pueden dar soporte a las políticas de extensión de la ciudadanía y el bienestar y nunca ocurren en el vacío.

Efectivamente, lo expuesto quiere decir que no será posible la construcción de una sociedad de “Desarrollo suficiente” en un contexto de baja actividad económica ó de simplicidad económica; y que el volumen de la misma es condición necesaria (no suficiente) de impulso a la reflexión crítica y a la agregación inteligente de valor, no sólo de la producción destinada al mercado, sino en lo referido a todos los aspectos de la esfera pública.

b.- Las actuales “revoluciones tecnológicas” en marcha, ponen en cuestión el modelo de explotación intensiva de los recursos naturales; y eso es una buena noticia.

Tanto la revolución de la informática y las comunicaciones (tic´s), como la genética, la popularización de técnicas racionales de uso del agua (sobre todo el riego gota a gota) e incluso la explosión de los combustibles “bio” (4 revoluciones inmensas en sí mismas, convergentes en el tiempo), posibilitarían alcanzar estándares crecientes de actividad económica y generación de producto con una menor lesión al ambiente. Sin embargo, no está claro que esas revoluciones se expandan a escala planetaria en idéntico sentido; para ello se necesita una articulación política a favor de la innovación, imposible en contextos de baja calidad institucional y con reglas de funcionamiento arbitraria, ó refractarios a las transformaciones.

c.- En el actual estado del desarrollo político y tecnológico; para poder preservar recursos naturales es indispensable contar con un soporte económico que evite la presión sobre los mismos; por lo tanto el desarrollo no sólo no antagoniza con el cuidado ambiental sino que es condición de posibilidad del mismo.

Aunque no siempre fue así, lo cierto es que contemporáneamente (situación que se ha construido desde la crisis del petróleo del 73), los “territorios” que más y mejor cuidan el ambiente son aquellos que han construido poderosas economías y gobiernos calificados (los casos emblemáticos son los de la Europa nórdica), y por lo tanto disponen de recursos suficientes y bien dirigidos, a varios fines al efecto: financiar la investigación científica, promover la renovación tecnológica con estímulos públicos, detraer espacios naturales de la voracidad mercadista, orientar a su ciudadanía como demandantes de productos requirentes de menor impacto ambiental, etc.

d.- La simplificación pendular entre el uso ó el no-uso de los recursos naturales evita la discusión sobre el necesario cambio cultural en los modos de consumo y producción, mucho menos impulsado en los países de “desarrollo insuficiente”.

La opción restrictiva (no explotar una mina, no emprender una actividad, no permitir la pesca comercial, no consumir tal o cual cosa, etc) para preservar los recursos naturales; a pesar de ser indispensable en muchos casos (que compensan años de abusos), aún en el dudoso caso que pudiera controlarse taxativamente, no deja de ser una opción simplificadora; porque evita el difícil pero necesario abordaje sobre modos de uso posible de los recursos y tiende a la sobre-especialización territorial.
Cualquier actividad mal desarrollada (el turismo, la agricultura, la mineria, el comercio, etc) es lesiva del ambiente y bien desarrollada puede aportar a constituir un contexto económico complejo y promotor de la cohesión social. Por lo tanto cada vez más debemos incorporar la mirada sobre el ¿Cómo? Ya no se trata de usar (explotar) o no usar (no explotar) los recursos, sino de cómo y en qué condiciones hacerlo.

e.- El Desarrollo no tiene que ver con lo que una Sociedad tiene, sino con que se hace con los recursos que se tienen.

Ni antes, cuando en el auge del industrialismo aparecía cierto desprecio por la disponibilidad de recursos naturales en el análisis de las potencialidades de las sociedades, ni ahora que la valoración de los recursos naturales es creciente; la tenencia de los mismos funda ó impide un proceso de Desarrollo. El tema es (parafraseando fuera de contexto a Lenín) ¿Qué hacer?; lo que determina el Desarrollo es la inteligencia institucional para dotarse de herramientas de uso racional de los mismos.

f.- No existe a la fecha, aunque pareciera indispensable y urgente que se construya, un mecanismo de compensación económica hacia los territorios, que requeridos por un mejor orden ambiental global, se abstienen de usar (en beneficio global y a raíz de una restricción de ese orden) recursos que podrían incluir en el proceso económico.

Es poco responsable de parte de los Estados Desarrollados, generar condiciones de no-uso de los recursos naturales en los territorios de “desarrollo insuficiente”(como los bonos verdes derivados del mantenimiento del bosque nativo); luego que en los últimos 200 años tales Estados en general han tenido una actitud predatoria, que entre otras cosas les permitió acumular el excedente económico suficiente para constituir sociedades cohesionadas socialmente y relativamente mejor organizadas.
El “negocio” económico de la preservación absoluta tiene como contracara migraciones masivas y ordenes políticos de altísima hegemonía estatal por falta de actividad económica que ayude a constituir una Sociedad Civil lo suficientemente autónoma de los recursos estatales.

g.- Por último pero no menos importante; señalar que hay un correlato casi perfecto entre la toma de decisiones no fundada en información de calidad y basada en intuiciones sumada a la sospecha absoluto hacia lo público y el subdesarrollo; y a la inversa la existencia de instituciones públicas creíbles y la toma de decisiones contextualizadas parecieran ser fundamento de procesos de Desarrollo.

Si bien la experiencia histórica indica que poner bajo sospecha las palabras del poder puede ser una actitud al menos prudente; lo cierto es que la constitución de una Sociedad de desconfianza se transforma en un escenario paralizante que a la larga ni permite el Desarrollo ni garantiza la sostenibilidad ambiental.

Debemos evitar la lectura simplificada del fenómeno Desarrollo y Ambiente e impulsar políticas nacionales, provinciales y locales articuladas que hagan de nuestro entorno una prioridad. Resulta necesario generar estándares, fortalecer y calificar al Estado, evitar el regrecionismo, comprender la complejidad económico-social de des-montar una economía global basada en el consumo, contribuir propositivamente en el impulso de espacios de planificación, fortalecer el cuidado ambiental-local, re-pensar nuestras ciudades que aún hoy se proyectan cada vez más energético-dependientes, formar recursos humanos que en todos los planos incluyan la mirada de sostenibilidad ambiental y sobre todo trabajemos para reconstruir un espacio público (material y simbólico) de calidad basado en el dialogo, la confianza, el cumplimiento de la Ley, el reconocimiento de intereses y la creación de un clima orientado a la superación de conflictos.


Fabio J. Quetglas.
Director de Investigaciones del Centro Tecnológico de Desarrollo Regional “Los Reyunos” (UTN).
Representante de la Pcia. de Corrientes ante el CFI.
fabio.quetglas@gmail.com

[1] Utilizó esta denominación para designas aquellos Estados nacionales signados por un conjunto de características típicas, fácilmente verificables en términos estadísticos, sobre todo basados en 6 cuestiones: nivel de producto per cápita relativamente bajo, pero en especial mal distribuido tanto social como territorialmente, amplios sectores sociales sin acceso a los beneficios formalmente consagrados de la ciudadanía social, sistema político relativamente débil para equilibrar intereses, economía altamente dependiente de uno ó unos pocos sectores competitivos a escala internacional (y por lo tanto muy vulnerables externamente), baja producción de alternativas tecnológicas propias (patentes) basadas en una reflexión sobre producción y sostenibilidad.

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