martes, 27 de febrero de 2007

CINE




El embrollo del lenguaje.
-Angustia flotante en el film Babel-

Por Gabriela Rodríguez (*)

Una bala disparada contra un autobús en marcha, una mujer blanca es herida por la ventanilla del autobús, un japonés regala un rifle luego de una cacería en Marruecos, una niñera chicana cruza la frontera con dos niños para asistir a un casamiento, una huella perdida en la arena del desierto mexicano inicia la búsqueda desesperada de la carretera en la noche … la complejidad caleidoscópica de estas imágenes que nos muestra Babel, la película del mexicano Iñárritu recientemente estrenada, se engarzan cual collar de perlas por una serie de azares que nos hacen transitar al límite de la desesperación, y precisa en pie de igualdad los efectos de conmoción de las contingencias que no distingue entre chicanos, árabes, americanos o nipones.
El hilo que se establece nos hace conocer otros detalles mínimos de aquellos personajes, que van aportando pequeñas dosis de sentido a la vez que construyendo la trama, pero que sin embargo no expía el sinsentido que se abre cada vez.
La muerte súbita de un niño hace escapar a un padre de la escena familiar, el presunto suicidio de una esposa ocasiona para el esposo el abandono de la caza mayor, el apremio policial de los gringos desata la estampida vertiginosa de un chicano que huye en carro por el desierto, la enigmática muerte de una madre motiva la oferta licenciosa del coño para una adolescente – su hija - cual manga porno.
Antes que el espectador pueda acomodarse a esta suerte de causalidad liviana, el sin razón de las acciones emerge con la fuerza de una rayo y lo deja con la sensación de quién se baja de una montaña rusa. El vértigo de la composición y el pasaje de una a otra de las historias juegan contra lo acabado del sentido que queda en suspenso, pero en su espuma trae la estela del peligro de llevar o tener armas, de viajar por tierras extrañas o aventurarse a dejar niños al cuidado del servicio de ilegales.
Espuma ideológica por la que la critica apunta contra Iñárritu
Si con el nombre de Babel, embrollo, se anunciaba en la Biblia el propósito de una voluntad divina que esparce la diversidad de lenguas: “confundamos su lenguaje de modo que no entienda cada cual el de su prójimo”. En el film esta explicación bíblica a la que se apela como metáfora toda vez que hace su entrada la incomunicación, se trueca en el malentendido que en el lenguaje se soporta más allá de la diversidad idiomática y que puede tomar el rostro segregatorio de las diferencias.
Babel insiste en tocar cuerdas a distintos niveles con rendimientos diversos. De entrada aparecen las diferencias culturales que amenazan los pequeños mundos individuales y sus intereses, luego la pantalla de la incomunicación que surge no solo entre los que no hablan la misma lengua.
Lo que separa las generaciones, las culturas y las fronteras se hace presente pareciera decirnos el director más en las idiosincrasias particulares que en el malentendido propio del lenguaje que no es univoco. Por ultimo y en un nivel de mayor sofisticación algo que en la comunicación no se oye, que aparece por fuera, irrumpe al atravesar el vidrio de un autobús, espanta en la noche del desierto mexicano, abisma en el silencio audible de una sordomuda en una discoteca, lo que no suena se hace oír en la angustia.
El propósito confeso del director que reincide en las tramas imbricadas en esta ocasión con formato Hollywood, manifestado en Cannes el pasado año, señala aquello que separa a las personas: lo que hace feliz a cada ser, en cada cultura, contra lo que de algún modo unifica: lo que angustia.
Proponiendo entonces en el marco del film la suma de una serie de angustias primitivas, ligadas a la posibilidad de la supervivencia.
La cuerda de la angustia que electivamente Iñárritu hace sonar al compás de la guitarra de Santaolalla se confunde entonces por momentos con una suerte de instinto de supervivencia que desconoce que lo que instala para cada cual, la posibilidad de la emergencia de la angustia, depende de ciertas condiciones.
Esas condiciones no tienen nada de universalmente válido, están ligadas a los bordes del lenguaje que tiene su límite para cada quién allí donde ya no significa. Lo que se hace presente en el objeto de la angustia nos habla de algo íntimo que puede aparecer en extrañas ruinas, en pequeños restos, en enigmáticos vestigios, esquirlas de la lengua que por un instante se vuelve Babel, para quién habla. –

(*)-Miembro de la Asociación de Psicoanálisis de La Plata


1 comentario:

Francisco Abelenda dijo...

Estimados amigos de La Chicharra Viajera, la crítica de Gabriela Rodriguez acerca de Babel me pareció muy buena y me motivó a enviarles estas palabras.

No lo había pensado en los términos que la nota plantea, tal vez por el disgusto que me produjo la película en si, pero es verdad que ese es el mensaje: "Todos confundidos en la aldea global".

Si bien, como decía Alfred Hitchcock, para mensajes ya está el correo, un poquito de mensaje en el cine no está mal. Pero el mensaje que se pone por delante del cine, bueno, no parece que sirva ni como mensaje.

Babel, que también podría haberse llamado Cocoliche, es una película hecha a las apuradas, sin pasión, e incluso podría decirse que Gonzalez Iñarritu cae también en la misma incomunicación que postula la cita bíblica. No parece tener la menor idea de quienes son sus personajes, no los conoce y por lo tanto nosotros tampoco. Pero eso no parece importarle.

Es una película pura fachada, una fórmula perfecta para arrasar con premios de norteamericanos sensibles: actores conocidos, temática internacional, puesta en escena sucia cuando se trata del tercer mundo y limpia cuando se trata del primero. Hasta las cámaras y las lentes son distintas..!

Lo de la chica baleada en Oriente Medio es una gran mentira que genera reflexiones como "eso solamente pasa en los países pobres".

Es una película que, como Traffic (¿alguien se acuerda de esa otra película-cocoliche de receta?), va a pasar al olvido sobre todo por su mayor pecado: los personajes no tienen ni esencia ni existencia.

Mi experiencia con Gonzalez Iñarritu es de declinación, ya que me gustó mucho Amores perros, una película que consideré auténtica, con un desarrollo de los personajes que producía empatía y uno lograba sentir pena incluso por Coffee, el perro luchador, también me produjo algo 21 gramos, aunque ya percibí un poco de manipulación malintencionada. La presencia de Sean Penn, Naomi Watts y Benicio del Toro ya daba mala espina.

Y ahora esta película, Babel, que esperaba con muchas ganas. Pero uno se encuentra con un mega-elenco, protagonizada por un Brad Pitt con arrugas falsas y con un Gael ya convertido en estrella. No se trata de que sean estos actores, se trata de que el casting es inadecuado.

Por otra parte coincido con todo lo que dice la película acerca de los problemas derivados de la pobreza y el subdesarrollo, la discriminación, el drama de los mexicanos en la frontera y del interior de Marruecos pero esta película logra asimilarlos de una manera absolutamente inútil. Tal vez abra un poco el debate pero no va a cambiar nada.

Por consiguiente el "mensaje" cae en saco roto.

Entonces, si el mensaje no sirvió para nada, para qué esta película.

La nomincaión al Oscar incluso, podría estar en la linea de lo que digo.

El loco Mel (Gibson), repartiendo sangre y tripas y contando la historia de unos indios hablando en maya o a Jesús bañado en sangre y tierra, hablando en Arameo, y puteando a un policía en Los Angeles, completamente ebrio a la salida de la misa, es mil veces más un director de cine que Gonzalez Iñarritu que le dijo a Swarzenegger "Sr. Gobernador, tengo mis papeles al día", mientra recibía un jugoso premio por una película con Brad Pitt.

Muchos saludos.

Francisco Abelenda
fabelenda@gmail.com