viernes, 7 de septiembre de 2007

POLITICAS CULTURALES



El patito feo dobla la apuesta


Norberto Lischinsky


A raíz de una publicación realizada por el escritor chaqueño Mempo Giardinelli, en la que hace referencia a la falta de propuestas culturales en las plataformas de los candidatos presidenciales, el subsecretario de Cultura de Corrientes manifiesta su concordancia y hace su aporte al respecto.


En un excelente y oportuno artículo periodístico (publicado en diferentes medios del país y el exterior, pero también de copioso tránsito por Internet), Mempo Giardinelli calificó de "patito feo de la puja electoral" a la propuesta cultural ausente en las plataformas de los candidatos presidenciales. Con agudeza, Mempo identifica el silencio de los candidatos tanto con la falta de compromiso como con la ignorancia, y adjudica una importancia central al mutuo desconocimiento entre las producciones simbólicas de la Ciudad de Buenos Aires y las provincias argentinas.
Lejos estoy de discrepar con los asertos del escritor chaqueño, ampliados posteriormente en otra nota (Algunas precisiones para el debate cultural), destinada también a aventar las intenciones innobles que la mala leche y la paranoia de algunos funcionarios adjudican a cada toma de posición. Los comparto, fundamentalmente en lo que hace a la centralidad del debate pendiente sobre políticas culturales y el impacto decisivo que la conjunción de nuevos rumbos y un compromiso de la clase política pueden aportar a la cohesión de nuestra sociedad.


Tengo la certeza, empero, que la apuesta puede redoblarse. Lo hago desde la experiencia que los años al frente del área de Cultura de Corrientes le han aportado a mis convicciones y desde un distingo conceptual: las políticas públicas de Cultura deben proyectarse mucho más allá del estímulo y soporte de las producciones simbólicas.
Han de apuntar necesariamente a la efectiva consumación de los derechos culturales que consagrara la Reforma Constitucional de 1994 y la adhesión argentina a cartas y convenios internacionales; a la democratización y federalización del acceso a los bienes culturales; a la implementación de políticas activas de inclusión social capitalizando las herramientas que ofrecen la cultura, el arte y la educación. Finalmente, a ubicar a la Cultura y las industrias culturales en el centro mismo de la agenda nacional, tal como acontece en los países más adelantados en la materia.


Hoja de ruta

En la presunción que el anhelado debate no se producirá en el efímero plazo que nos separa del 28 de octubre y que la timidez de los candidatos no habrá de disiparse hasta entonces, me atrevo a mencionar algunos ítems de tratamiento imperioso e inmediato, antecediendo quizás al gran acuerdo pero reclamando de todos los partidos una posición de concertación acerca de ellos.


Rango ministerial:Firuletes retóricos al margen, no habrá jerarquización genuina del área de Cultura en tanto mantenga un status subsidiario en la organización del gobierno nacional. Pregonar la importancia de la cultura pero inhibir simultáneamente la participación de su titular en el debate sobre acciones prioritarias y asignación de recursos, restringiendo también la interacción con ámbitos de compatibilidad (turismo, cooperación internacional, educación, acción social), es una actitud de alto cinismo que no debe ser consentida.


Presupuesto

El organismo oficial de Cultura debe lidiar simultáneamente con un presupuesto enjuto y la mella que le significa el sostén de instituciones y elencos. El presupuesto efectivamente ejecutable suele ser de una humildad inconfesable y sujeto a la buena voluntad del Ejecutivo, que lo reanima con aportes especiales. Esa situación mendicante se ubica en las antípodas de la prescripción de la Unesco que recomienda asignar el 1% del presupuesto a la inversión en Cultura. No habrá políticas públicas ambiciosas y efectivas sin una inversión que revierta el giro vicioso de la rueda.

La recomendación de la Unesco debe convertirse en una bandera de consenso.Red de indicadores culturalesLos componentes tangibles de la Cultura son pasibles de ser medidos y evaluados en forma sistemática, fundamentalmente en lo que hace a creación, preservación y consumos. En tanto no dispongamos de información actualizada en forma constante sobre ámbitos y actores de la cultura, continuaremos pulsando el masomenómetro a la hora de las decisiones. La generación de este sistema, con la necesaria participación de las universidades y organismos expertos del Estado, es un insumo previo al "gran debate".


Herramientas federales:

El organismo rector de la Cultura nacional (hoy la Secretaría de Cultura de la Nación) carece estructuralmente de instancias federales, sean de consulta, programación o decisión. La Asamblea Federal es graciosamente convocada por el titular del ente sin que medie obligación alguna al respecto. Desde su diseño, la SCN desdeña y ningunea a las provincias y los organismos provinciales de Cultura. Los programas ejecutados desde esa órbita (aun los más exitosos y sensatos, tal como “Música de todos” o el “Cine Móvil” del Instituto del Cine) fueron concebidos desde la atalaya del Obelisco. Los candidatos deberían comprometerse unánimemente a la creación de un marco de análisis y debate permanente, tal como un Consejo Federal de Cultura, con la participación protagónica de los representantes provinciales.


Cultura digital

Los mayores escenarios del espectáculo, la producción artística, el intercambio de información simbólica y educativa, están de hecho desregulados y liberados de la participación estatal, amén de constituir el sujeto de monumentales baches legislativos y jurídicos: Internet, el cine, la televisión y la radio. Las industrias culturales participan con el 3% del PBI y están íntegramente en manos de capital transnacional de fuerte concentración. La regulación de esos espacios y la intervención del Estado deben operarse de inmediato, comenzando por una ley de radio y televisión propia del siglo XXI.


Aspirinas


Ninguna de las propuestas aquí borroneadas garantiza una revolución cultural ni reemplaza al ineluctable debate, pero constituyen instrumentos que aportan y consolidan el camino hacia la toma de grandes decisiones. Hay provincias que han generado monumentales cambios en sus áreas de Cultura, dotándolas justamente de lo aquí sugerido: rango, recursos, observatorios culturales, debate institucionalizado con los municipios. Buenos Aires, Tucumán, Córdoba desandan un camino que deberá ser recorrido por aquellas provincias que pretendan otorgar centralidad a la gestión cultural. El II Congreso Argentino de Cultura, convocado para agosto del 2008 en Tucumán, podrá ser la arena de confrontación de ideas y búsqueda de acuerdos.


Pero un compromiso inmediato de los candidatos presidenciales acerca de los acuerdos básicos despejará el camino a cualquier curso de acción. Y descubriremos (Mempo y tantos otros lo saben) que el patito feo era en realidad otra cosa.-

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado Enrique:
agradezco que hayas resuelto reproducir mi artículo en "La Chicharra Viajera". Soy lector permanente de la querida publicación bellavistense y la considero una espléndida tribuna, atenta a la democrática y diversa confrontación de ideas. Un abrazo para vos y todo el equipo.

Norberto Lischinsky