domingo, 20 de abril de 2008

El teatro Vera y su herencia


por Norberto Lischinsky


Una inveterada tradición argentina nos induce a desvalorizar la complejidad de la tarea desarrollada por nuestros prójimos y, por ende, su valía. ¿Crochet? Facilísimo. Ese negocio se maneja de taquito. Tiene éxito como músico, pero lo ayudó la suerte. Eso lo hace cualquiera, no es ningún mérito.


Hemos logrado instalar el menosprecio y el ninguneo en lugar de adoptar la emulación como estrategia de crecimiento individual y colectivo. Buscamos explicaciones mágicas, conspirativas o meramente absurdas en vez de desentrañar las claves del éxito y la calidad para orientar nuestra propia búsqueda..> No existen misiones fáciles ni éxito fortuito.


Voy a utilizar un ejemplo caro al sentir de los correntinos y de lamentable actualidad. Conducir un complejo teatral es un cometido particularmente dificultoso. Implica, por analogía, algo similar a la conducción orquestal. Se debe lograr la conjunción armónica de muy diferentes componentes, alinear voluntades e intereses, interpretar exigencias de terceros que no siempre son explicitadas claramente.


Programación, producción, puesta en escena, mantenimiento, comunicación, publicidad, son algunos pocos de los múltiples ítems abordados por quien tiene a su cargo la tarea de conducir un espacio escénico. Como decimos en el barrio, no es chico pleito.> José Ramírez timonea desde hace treinta y un años la nave almirante de las artes escénicas de nuestra provincia y la región: el Teatro Oficial Juan de Vera. Ha sobrellevado los más diferentes criterios (o ausencias de criterio) administrativos y conducciones, vivido etapas de esplendor y decadencia, manejado presupuestos importantes y padecido la ausencia absoluta de recursos.

Ha sabido formar equipos de trabajo capaces y profesionales que triunfaron en diferentes ámbitos, dentro y fuera de la provincia. Siempre apuntó a la programación de mayor jerarquía, aunque tantas veces las carencias económicas hayan limitado su ambición, que es la de ofrecer al público lo mejor.> Pero, por otra parte, basta con observar los resultados tangibles.


El Teatro Vera luce espléndido e impecable. Todos los ámbitos del espectáculo han desaparecido de la ciudad y el Vera permanece incólume. Si no colegimos que alguna relación guarda su conducción con estos asertos, seguramente estaremos forzando viciosamente el análisis…>


Si te he visto…> Por escrito y a través de un funcionario administrativo, se lo ha intimado a José Ramírez “a acogerse a los beneficios de la jubilación”. Sin anestesia. Haciendo gala de la excepcional delicadeza y fina sensibilidad que evidentemente son un sello de la gestión, se da por concluido el periodo de dirección más prolongado y coherente en la historia del teatro. Acá no hacen falta sutilezas ni campañas de prensa puesto que no se trata de ablandar algún legislador renuente ni se apunta a convencer a la esquiva opinión pública: se está hablando apenas de la Cultura y de un funcionario que ha dado su vida por ella. O sea, poca cosa.> En años de trabajo conjunto, he discrepado casi a diario con José Ramírez. No compartimos una visión ideológica, conceptos estéticos ni una filosofía de la gestión cultural.



Provenimos de ámbitos y formaciones disímiles. Nada de ello obstó para que desarrolláramos una convivencia equilibrada ni para que se mantuviera un consistente respeto por su trayectoria. Se destrabaron algunos intríngulis previsionales originados en su larga carrera al servicio del Estado y el Arquitecto Ramírez ejerció en plenitud la dirección del teatro en uno de sus períodos de gloria: la restauración integral realizada en el año 2005. >


Rara avis en un ámbito en el cual el servicio público no suele reclutar sus cuadros entre la intelectualidad, los claustros ni la creación, Ramírez es un artista de variada formación, con estudios de Arquitectura y Bellas Artes pero también con una larga carrera en la danza y el teatro. Su nombre está nimbado de prestigio y admiración entre sus interlocutores de tantos años: los artistas de la región, las compañías nacionales, los productores que presentan sus obras en el Vera, los profesionales que sostienen relación con la institución. Condujo a nuestro teatro con energía, dedicación y una obsesiva honestidad. Dedicó meses de trabajo y salud a la obra que corona la cúpula de la sala, pero donó íntegramente sus honorarios porque consideraba incompatible percibirlos mientras ejercía la dirección del coliseo.>
Lamentable distracción> Seguramente las autoridades estaban distraídas y no prestaron atención al hecho de que a un funcionario de esa jerarquía y merecimientos le corresponde algo más que una fría nota de intimación. En una administración sensible y humana, el marco de alejamiento de una figura como José Ramírez se transforma necesariamente en un homenaje a sus quilates y trayectoria. Ese galardón es también una señal para todos aquellos que, como él, han asumido el servicio público con devoción.>


Se presenta también una cuestión mayor en un puesto de esa exposición y compromiso comunitario: la sucesión del Arquitecto Ramírez, sin lugar a dudas una elección compleja y delicada. Las propias virtudes y capacidades de Ramírez indican una lista de requerimientos difícilmente alcanzable.>

De hecho, el mayor temor de los devotos y habitués del teatro es el aterrizaje de algunas de las opacas figuras que pululan en los despachos oficiales. Ya provocó estremecimientos el rumor que se programaba la designación de un melifluo decorador de interiores, dueño de una sólida trayectoria de adulador y poncho yeré. Pero seguramente primará el sentido común y de la sabiduría de los responsables del área surgirá el nombre de otro José Ramírez, dotado de análoga jerarquía intelectual y humana.>

Entretanto, el Arquitecto Ramírez continuará recibiendo a diario un homenaje sin par: el reconocido agradecimiento de sus conciudadanos a una gestión excepcional.>


> Norberto Lischinsky>


Publicado el 15-4-2008 en 'Epoca' de Corrientes>

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