miércoles, 5 de septiembre de 2007

octubre y raza



AMERICA LATINA. ORIGEN, IDENTIDAD Y UTOPIAS *

Héctor Hugo Boleso

LOS ORIGENES
Cuenta el Popol Vuh , que luego de la creación del mundo, fue el turno del hombre, quién después de varios fracasos –tierra, espadaña, madera- fue hecho de maíz, el alimento que constituía la base de su sustento.

Se ha destacado el contenido ecológico de esta cosmovisión, pues aquella materia misma, de la que ha sido creado el hombre por los dioses, lo vincula a la Naturaleza. Así, una criatura de barro, de madera, de espadaña o de maíz no puede, ni debe, desligarse o renegar de la sustancia misma de la que ha sido tejido, por los dioses de su destino, que a su vez dependen del maíz y se alimentan de éste.

La sensibilidad ecológica, que reside en el Popol Vuh, resulta connatural al bagaje cultural de los antiguos. Hay un acercamiento con la Naturaleza. Ello demuestra que cada uno de nuestros actos genera una responsabilidad respecto a nuestro entorno. No hay mito de la creación, que no contenga la advertencia de la destrucción. Los pueblos del origen saben que creación y catástrofe van siempre juntas. Así, en la leyenda de la Creación y el Juicio Final de los Apapokuva –grupo Tupí-, el Creador de la Tierra puede quitar el sostén de ésta.

Las creencias de aquellas culturas, articuló desde el imaginario literario el encuentro entre el hombre y la Tierra, concebida ésta como una criatura viva y orgánicamente constituída como un principio de unidad biológica e inteligente. Actualmente, se estudia a la Tierra como un organismo vivo complejísimo.

Aquella actitud de veneración y respeto hacia la naturaleza de los pueblos originarios, debía chocar con la del conquistador, que representaba al sujeto cartesiano europeo. Dice Feinmann, que a partir de Descartes, los hombres se hacen cargo de su propia historia, y este hecho tiene que ver con el surgimiento del capitalismo. En lograda metáfora, identifica a las tres naves españolas que traen a Colón a América, con el espíritu conquistador del capitalismo.

Colón incorporó estos recientes territorios al sistema capitalista, quién estableció un nuevo sistema de producción.
La Naturaleza dejó de ser un ente sagrado y mágico. Y fue puesta al servicio del capitalismo, fue sometida y dominada.
Igualmente los nativos, fueron víctimas de la "conquista". Donde se estableció una relación de dominación de las personas, de los pueblos, de los "indios".

La "Conquista" fue un proceso militar, práctico, violento que incluye dialécticamente al Otro como "lo Mismo". El Otro, en su distinción, es negado como Otro y es obligado, subsumido, alienado a incorporarse a la Totalidad dominadora como cosa, como instrumento, como oprimido, como "encomendado", como "asalariado".

Sobre el efecto de aquella "colonización", se construirá la América Latina posterior: una raza mestiza, una cultura sincrética, híbrida, un Estado colonial, una economía capitalista dependiente y periférica desde su inicio, desde el origen de la Modernidad.
La "invasión" y la "colonización" subsecuente, fueron "excluyendo" de la comunidad de comunicación hegemónica a muchos "rostros", a sujetos históricos, a los oprimidos. Ellos son la "otra-cara" de la Modernidad: los Otros en-cubiertos por el descubrimiento, los oprimidos de las naciones periféricas que sufren entonces una doble dominación.

1492 entonces fue el inicio de la Modernidad; de la mundialidad como "Centro" de Europa; de la constitución como "periferia" de América Latina.

QUIENES SOMOS NOSOTROS?

Ante la pregunta kantiana, borroneamos una respuesta, tentativa: somos los sobrevivientes del Siglo XX. Quiénes, ahora, transitamos la aurora del Siglo XXI, con la esperanza de no repetir los horrores, con la memoria como antídoto y la praxis alternativa como compromiso.

Somos los testigos del fracaso del comunismo, del nazi-fascismo y de la democracia liberal capitalista.

Somos quiénes debimos aprender la lección que, el otro no es el enemigo, sino nuestro hermano, del que somos responsables.

El carácter de guardianes o responsables del otro –de los otros-, no nos hace mejores. Como individuos, ni como pueblos.
De ahí que, la consideración del otro como hermano, sea una condición para abandonar la violencia. La humanidad del otro, que es nuestro igual, lo coloca en nuestro mundo, nuestro mundo de leyes y justicia.
Somos el fruto de un sincretismo cultural, excepcionalmente rico y complejo.
La conquista de América fue un hecho de fuerza, que tuvo como designio imponer la cultura occidental-europea, tratando de hacer desaparecer todo vestigio de los pueblos primigenios.
Situados en América Latina, somos parte de Occidente, más en la modalidad de periferia saqueada. En tanto fuímos despojados, explotados, colonizados y genocidizados.
El europeo, en su posición de dominador, logró que parte de las élites ilustradas, fueran en las colonias, los subopresores, que mantienen a los oprimidos como tales.

Los latinoamericanos estamos atravesados por dos historias, la primera es la de aquellos que vivieron desde sus orígenes en éste suelo. La segunda historia es la generada por la invasión y conquista. Así entraron en el continente nuevas culturas, Occidentales.

UTOPIAS
El presente, debe comprender, la reivindicación de los vencidos, la liberación de los oprimidos, el intento de concreción de los proyectos irrealizados, de los sueños frustrados de nuestros fundadores –San Martín, Belgrano, Castelli, Moreno, Bolívar, Artigas, Martí-, quiénes empeñaron sus vidas en ellos.
De estas utopías, hoy se nutren nuestras esperanzas, orientan nuestros actos, y están acrecentadas por las nuevas exigencias del Siglo XXI.
A su vez, tales sueños, son el motor de la historia. Pues las aspiraciones de libertad, justicia e igualdad, se renuevan cíclicamente, impulsándonos a su logro.

En palabras de Soriano: En la implacable historia circular que repiten los argentinos, los hombres de Mayo esperan todavía su turno para proclamar de nuevo la independencia y la libertad de estas tristes colonias.
Debemos recordar que en sus proyectos, en sus sueños, y la lucha por realizarlos, se halla lo mejor de ellos, de su mundo y el nuestro.

En este intento, quizá podamos trocar el miedo por alegría interior. Alegría interior, que es hija de la seguridad que dá la lucha por los demás, el sacrificarse por lo humano. El ver en el prójimo al compañero de un destino desconocido, con quién podríamos llegar a descubrir qué criaturas somos.

En todos lo que luchan hay miedo, hay desesperanza y se plantea el pesimismo de la realidad diaria. Pero en el fondo de cada luchador, existe la seguridad que dá el saberse en el camino justo. La verdadera alegría, no es la victoria, sino la lucha.


Corrientes, de agosto de 2007.

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