miércoles, 3 de marzo de 2010

AVATAR: Fixión real de un síntoma social



Avatar :

Fixión real de un síntoma social


James Cameron recibió hace unas semanas la sorpresa por la ONG Survival internacional: una tribu de Orissia (India) le solicita ayuda y mediación en un conflicto territorial porque el guión de Avatar, el film más costoso y taquillero del cine actual, estaría construido con la carne de un conflicto real.


Efectivamente los Dongria como los Na´vi existen. Una tribu milenaria que veneran su montaña con un sentido religioso de la vida, un totem que como el árbol de las palabras del planeta Pandora, fluye sentido a sus existencias. Ahí, desde 2009 una Empresa minera inglesa esta por explotar el terreno extinguiendo la causa sagrada de ese pueblo. Un documental que participa en el Festival Antropólogico Espiello, Sorbrade (España) subido parcialmente a la web, narra estos testimonios. (1)


Aunque parezca puro entretenimiento, Avatar es mitad ficción espacial futurista mitad visibilidad del etnocidio aborigen. Esta construcción a medias la hace creíble y original. Eleva el sentido del relato por sobre la dimensión pasatista y el bombardeo perceptivo con su corte de efectos sensitivos. ¿Después de ella el cine será otro cine?


Avatar es placentera también por su argumento: Los Na´vi, pueblo ecologista ideal del siglo XXVII son invadidos por poseer el mineral más rico de la galaxia. El imperio ataca de nuevo pero ahora usa tanques y robots gigantes, alusión a Irak, de modo que la batalla final es tan vanidosa como para que la pulsión escópica del ciudadano americano se satisface, mientras un tercermundista en 3d sufre.


Avatar es soportable porque incluye una dosis de amor en su héroe –un mariner parapléjico recuperado por un dispositivo azaroso- hacía la bella dama indígena. Un amor que obliga sobre el final a su “conversión” espiritual y racial en ese otro diferente que son los “humanoides” del planeta Pandora. Ahí, entre dragones alados, perdura el árbol madre que toca los cuerpos con palabras que dan un alma, tal como se relata en la mitología guaraní. Este universo original hace que todo lo natural sea también cultural, reciprocidad del vegetal con el humano, lengua in-entendible para el otro del Imperio.


Avatar toca gustos diversos. Tanto al adolescente afrodisíaco que palpa la fluorescente medusa que se mete en nuestras butacas hasta la médula en un revival erótico del power-flower, como al correcto “progre” que vota a los verdes contra el calentamiento global, o al respetuoso ciudadano intercultural de la era del post-holocausto.


Pero Cameron tiene ahora un exitoso problema. Tendrá que responder en su mediación por esa fixión real hecha con datos de una guerra actual de razas, es decir de discursos que no gozan de lo mismo. Al escribir esta historia toca sensibilidades pero también razones en el público y en los pueblos que sufren el etnocidio (gusto que toca a un estadista como Evo Morales). Tal vez por los efectos masivos de la narración de una guerra étnica, más que por esos muñecos azulados del cine espacial que inaguró “Crónicas marcianas”. Así el futuro estaba ya en un tiempo anterior, realista.


Si se inquietan más con el guión que con el ojo, las masas cinéfilas podrán interesarse en los síntomas sociales. Por ejemplo saber que hace un año en Perú hubo casi un centenar de muertos detrás de la rebelión de los indígenas amazónicos cuando Texaco usurpó sus tierras en busca de petróleo. O del acorralamiento de los pueblos originarios del Chaco Paraguayo por las plantaciones de soja. Podrán enterarse que la recepción de una obra se teje con hechos verosímiles que obligan a revisar la función social del cine.


Es que los Na´vi de Avatar son una alegoría bien lograda de unos “otros” como los Dongria que existen en nuestros discursos de la alteridad. Cuerpos vivos que deben soportar esos pasajes del placer y la angustia de ser expulsados de sus asientos, cosa que un espectador como nosotros solo soportaría con los anteojos puestos.-


Enrique Acuña



(1)- Los dongria kondh viven en las colinas de Niyamgiri, en el estado de Orissa (India). La empresa británica Vedanta Resources, que cotiza entre los principales valores de la bolsa de Londres, está decidida a abrir una mina en la montaña sagrada de este pueblo indígena, rica en bauxita (mineral del que se obtiene el aluminio).


Ver documental :


http://www.survival.es/noticias/5528


www.survivalinternational.org/mine





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